sábado, 18 de marzo de 2023

Pirámide


Dice Cirilo que lo de la "pirámide invertida" que suele aplicarse a la población como consecuencia de la escasa natalidad también puede servir para interpretar la consideración que hoy reciben los distintos grupos de edad.

Sostiene que la tradicional valoración de las personas según su edad hoy se encuentra vuelta del revés.

Por ejemplo, los niños. Antes apenas influían en la vida ordinaria de sus progenitores. Se distraían jugando en la calle y comían en silencio en una mesa aparte... Hoy son los reyes del mambo, todo se mueve a su gusto e interés. Con frecuencia tiranizan a padres, familiares, profesores y público en general. Conscientes de que son un bien escaso, dan rienda suelta a su egoísmo primigenio y logran estar en lo más alto de la escala de mando e influencia. Justo el lugar que antes ocupaban -con más merecimiento, sin duda- los ancianos.

Por su parte, los adolescentes también han cambiado radicalmente. Nada queda de sus tradicionales vaivenes anímicos, de su absurda rebeldía tornadiza, de sus inseguridades, en fin. Hoy el espíritu adolescente está plenamente incorporado en quienes marcan las tendencias del pensamiento y de las conductas. En todas partes se proclama el ideal de vivir para uno mismo como el más acertado criterio moral, como el único modo de enfocar y resolver las encrucijadas de la existencia. Hoy los influencers dictaminan según el credo adolescente y la sociedad les sigue con pleno convencimiento, más allá del poder de la lógica y muy lejos del menor sentido común.

Los mayores, padres y madres normalmente, son el centro de todas las sospechas. No sólo están fuera de las modas e incapacitados para la vida moderna por sus dificultades para utilizar videojuegos con realidad aumentada. Es que, además, son los culpables de cuanto va mal, tienen ideas de la edad de hierro y una moral corrupta. Sí, es cierto que gastan todo lo que tienen en satisfacer las demandas de su prole, pero es sólo para que no les molesten ni extrañen su habitual ausencia del domicilio familiar. Así piensan sobre todo los jóvenes, quienes, como hemos visto, son los líderes de la opinión pública.

Y qué decir de los ancianos, ubicados en el vértice del desprestigio social. Los más afortunados cuentan con la compañía de un inmigrante para sus paseos con andador por las inmediaciones de la residencia en la que están confinados. Apenas reciben visitas. En la Seguridad Social siempre les llaman de tú. Y todos achacan sus consejos y reflexiones a un principio de Alzheimer. Por contra, oí decir que, en África, los más jóvenes compiten para estar un rato abanicando a un anciano de la tribu para espantar las moscas que se le acercan.

Invertida, sí





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