Hay un punto paradójico en el uso de la palabra
normalidad.
Cuando ningún acontecimiento la compromete, se la equipara normalmente a la rutina. Así: volver a la rutina, seguir con la rutina, etc. Con un inequívoco tono peyorativo.
Por el contrario, después de sucesos que conmocionan la vida, todo es anhelar la vuelta a la normalidad: la ciudad se esfuerza por recuperar la normalidad...
En resumen: si no hay normalidad se suspira por ella. Si la hay, se la tacha de tediosa.
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