lunes, 20 de abril de 2020

Bancos


El asunto del mobiliario urbano es algo muy estudiado. Hay muchos munícipes esforzándose en acertar. Las calles de ciudades y villas muestran hasta qué punto hay creatividad y empeño en estos temas.

A mí me llaman la atención los bancos que brindan descanso al transeúnte. Y me cuesta aceptar que habitualmente me resulten incómodos y hostiles. Pienso que ha de ser mi anatomía la culpable, que no es posible que la mayor parte de los bancos se diseñen sin reparar en la comodidad del usuario...

Por ejemplo: la mayoría resultan verdaderamente incómodos por los travesaños -de metal o madera- sobre los que hay que sentarse; muchos de ellos carecen de respaldo; el que tiene respaldo -o parte de respaldo, al menos- carece de apoyos para el brazo; si tiene ambas cosas, es probable que esté muy hundido en el suelo o sea demasiado elevado; y, por lo general, el estado de conservación del banco no suele ser bueno, por no hablar de su limpieza y pulcritud.

Eso sí: hay infinitos diseños, a cual más imaginativo; se emplean materiales muy diversos en combinaciones asombrosas; se juega con ideas locales o ambientales en el estilo y los motivos decorativos...

Todo ello cuando, a mi modesto entender, el banco útil y cómodo por antonomasia está inventado desde hace mucho tiempo. Por lo que sospecho que la crónica incomodidad de los que suelen ahora instalarse se debe más bien al afán de originalidad de diseñadores y de alcaldes.








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