sábado, 25 de abril de 2020

Monodosis


Almorzando fuera de casa, con frecuencia hay que lidiar con envases individuales de mayonesa o ketchup. Yo los tengo clasificados en tres niveles, según sea su comportamiento a la hora de acceder al contenido.

El peor nivel es, sin duda, el de aquellos que no llevan indicación alguna acerca de dónde o cómo rasgarlos para llegar a la salsa. Tan increíble omisión propicia momentos de dura lucha con el envase. A veces éste sale vencedor, demostrándose inútiles hasta las más esforzadas manipulaciones.

Los del siguiente nivel son los que sí indican dónde han de centrarse los esfuerzos para que la salsa comience a manar. Esto, desde luego, facilita mucho las cosas, aunque ni mucho menos las solventa. Porque, dependiendo de marcas y de lotes, unos sobrecitos se abren con facilidad mientras que otros se resisten inopinadamente al desgarro. Además, unos y otros exigen una cuidadosa manipulación para regar oportunamente la vianda sin que la salsa se vierta a borbotones y sin que buena parte de la dosis acabe entre los dedos del comensal.

Sólo en contadas ocasiones he encontrado unos sobrecitos modélicos. Por supuesto, llevan indicación impresa de cómo extraer el contenido, operación que se realiza con total comodidad. Pero lo  asombroso es que, aunque se rasgue toda la longitud del sobre, el contenido sólo brota a través de una pequeña abertura. De modo que la salsa fluye en una cantidad pequeña y constante y es posible dirigirla fácilmente sobre el alimento lográndose una excelente distribución.







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