viernes, 1 de mayo de 2020

Escritos


Una comparación y una confesión.

A veces pienso que las cosas que uno escribe pueden compararse a los trenes de una estación. Suelen ser de varias clases. Unos muy simples, de dos o tres vagones. Otros, de más capacidad, realizan trayectos mayores. Luego están los de alta velocidad, que suelen cubrir distancias notables. Y también existen -creo recordar- trenes internacionales nocturnos a París y a Lisboa.

El caso es que el escritor ha de medir en cada caso la extensión del texto. Si le da un formato extenso -larga distancia- le ocupará mucho tiempo y muchas energías. Si opta por escritos más ligeros -de cercanías- podrá cambiar con frecuencia de asunto y dar a luz numerosas piezas breves. Y, si se embarca en un libro -auténtico Orient Express literario- habrá de renunciar a casi cualquier otra producción durante un buen tiempo.

La confesión: hay una tendencia a ir descendiendo en la extensión de los escritos que uno se propone llevar a cabo. Para ejemplificar: se va del libro al ensayo, del ensayo al artículo, del artículo al post y-finalmente- del post al brevísimo tuit... Sólo con un esfuerzo deliberado y la consiguiente motivación se realiza el trayecto en el sentido contrario. 

Al menos esa es mi experiencia personal.







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